Fuente: Emol.com
1) Hablar mal de una jefatura anterior o hablar mal de la empresa anterior: «Mi jefe de antes era mala persona», o «la empresa en la que trabajaba antes era un desastre».
2) Hablar sobre tratamientos psicológicos o psiquiátricos: «Estoy en terapia».
3) Mostrar sólo interés por la renta y poco interés por el cargo: «Yo trabajo por trabajar no más, sólo me importan las ‘lucas’».
4) Hacer preguntas personales al evaluador. El exceso de confianza con el entrevistador no es bien evaluado: «Y usted, ¿cuántos años tiene? ¿es casado?».
5) Poner mayor énfasis en actividades extra laborales que en el trabajo propiamente tal: «Me gusta salir puntual para poder llegar al after office» o «¿en qué fecha suelen tomarse vacaciones?»
6) Darle un enfoque muy personal a las respuestas: «Una de mis debilidades es que soy muy celópata».
7) Dar respuestas extensas y de poco sustento, o bien muy acotadas. Hay que considerar que mientras menos pregunten, puede implicar que menos interés tienen la persona. Hay que ser concreto y directo en las respuestas, pero no sin limitarse a unas pocas palabras, porque así no se vende el «producto».
8) Responder en forma desatinada a preguntas comunes. Las entrevistas suelen contener las mismas interrogantes, por lo tanto, muchas veces se sabe a qué preguntas enfrentarse. Por ello, hay que prepararse debidamente para no responder lo mismo en todas las entrevistas.
9) Hablar mucho de lo que se quiere y poco de lo que se puede ofrecer. Es importante evitar hablar mucho de lo que se quiere en las primeras entrevistas. Al pedir ubicaciones, horarios y compensaciones, se desanima el reclutador. Hay que enfocarse más en lo que se puede entregar: ofrecer más y pedir menos.
10) Hablar con garabatos o con exceso de modismos.